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Lucas no se podía quejar. La cifra de negocios de su empresa de productos gourmet superaba la media del sector y acababan de recibir el premio al mejor negocio gourmet de la región. Sin embargo, los informes de ventas de los últimos meses mostraban datos preocupantes: disminuían progresivamente las cifras de tres de sus productos estrella: el vino verdejo, el queso de oveja y el lomo ibérico. No conseguían parar el descenso, a pesar de las medidas tomadas.
El análisis de los informes y las reuniones con los responsables comerciales, señalaban la causa en una contracción de la demanda por cambios demográficos, unida a un avance claro de la competencia; se habían llevado ya el 1% de sus clientes con una supuesta novedad que, en realidad, era una copia modificada de su «pack exclusivo de aliños». Lucas tenía pesadillas con números rojos que se transformaban en seres monstruos con cientos de bocas que terminaban con los productos de sus almacenes.
En la última reunión del Consejo de Administración, los socios habían acordado empezar a vender por internet e iniciar el proceso de internacionalización. Tenían ya la investigación de mercado de Canadá, realizada el año anterior; la situación actual les forzaba a dar, por fin, el salto. Comenzarían por una exportación indirecta.
Prefería no acordarse de algunos malentendidos que surgieron en los mensajes de correo o en el chat por Skype con Richard, el responsable de la empresa intermediaria de Canadá, para definir los términos del acuerdo… todo, por su feliz idea de utilizar el Traductor de Google. La última metedura de pata fue cuando le sugirió contratar los servicios de algún despacho de abogados del país y utilizó para ello el término «legal aid». Ante su asombro, ¡Richard le contestó que le parecía muy poco profesional encargar esos asuntos a un abogado de oficio! Pensar en la traducción del contrato con la empresa canadiense, le generaba un malestar que no sabía definir.
Había pedido referencias de algún traductor jurídico que preparara el contrato, con la suerte de encontrar disponible a uno de los profesionales recomendados. «Está a punto de llegar, espero que sea la persona que necesita la empresa», pensó, nervioso. No tardó en sonar el timbre…
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