¿Necesitas traducir tus manuales o alguna guía de usuario?
¿Se te nubla la vista solo de pensar que tienes que traducir todos esos términos técnicos? En estos casos te puede echar una mano un traductor especializado.
¿Cuál es la dificultad que supone traducir términos técnicos?
El traductor tiene ante sí la tarea de buscar la correspondencia de los términos entre el idioma de origen y el de destino, pero ¿qué debe hacer cuando existen muchas más palabras en el origen que en el destino?
Esto es algo a lo que se enfrentan a diario los traductores especializados en el ámbito técnico, y más concretamente quienes manejan información relacionada con sectores muy dinámicos, como por ejemplo el de las Tecnologías de la Información (TI).
El propio dinamismo de la tecnología hace que el desequilibrio entre la «oferta» de términos en el idioma de origen y la «demanda» en el idioma de destino sea cada vez mayor.
Es decir, que la producción de términos técnicos en el idioma de origen es mucho más rápida que la capacidad de adaptación de esos nuevos términos en el resto de idiomas.
El inglés es el idioma de las TI y de otras disciplinas relacionadas, como la electrónica o la automatización industrial. Esto no solo se debe a que EE.UU. sea el país de referencia en este contexto, sino a que los investigadores y desarrolladores de empresas con sede central en otros países, principalmente asiáticos y europeos, trabajan en inglés.
La razón es muy simple: el uso del inglés facilita su participación en el sector (ferias, organismos, agencias, grupos de estandarización, etc.), el intercambio de información con los diferentes equipos de trabajo (que en las grandes empresas están formados por personal de diversas nacionalidades y cuya presencia está repartida por todo el mundo) y, en última instancia, la comercialización de los productos.
¿Qué opciones tiene el traductor para traducir términos técnicos?
Volviendo al punto de vista del traductor técnico, su trabajo se hace más arduo ya que debe estar al corriente de la forma (el término) y el fondo (el significado) y, una vez fijados ambos, decidirse por el término adecuado en el idioma de destino.
Esto no es siempre posible por dos razones. En primer lugar, porque no exista una correspondencia válida. Algunos ejemplos para la combinación inglés-español serían hardware, software e incluso chip aunque éste puede expresarse como «circuito integrado».
En ocasiones no es aconsejable recurrir a una palabra traducida aunque desde un punto de vista semántico se corresponda adecuadamente, ya que el público al que nos dirigimos no nos va a entender. Por ejemplo, un smartphone podría expresarse como «teléfono inteligente», pero lo cierto es que se ha impuesto de tal forma el término en inglés que la alternativa podría generar confusión.
A veces el término no ha logrado asentarse por completo en el idioma de destino, por lo que podemos recurrir a un paréntesis explicativo, aunque solo de forma excepcional.
A la hora de traducir términos técnicos, lo que es preciso evitar a toda costa es el uso innecesario de términos en inglés para expresar conceptos perfectamente conocidos por el receptor con términos españoles. Por ejemplo, app («aplicación»), wireless («inalámbrico/inalámbrica») y laptop («ordenador portátil»).
No es deseable la excesiva frecuencia con la que se emplean sin necesidad alguna los anglicismos dentro del ámbito publicitario ni que se generalicen cuando no lo justifiquen argumentos como la moda o un elitismo solo aparente.
La conclusión es que un delicado equilibrio entre la rigurosidad en la escritura y la adaptación a la jerga profesional deben orientar el trabajo del traductor técnico.
¿Te has visto alguna vez en la situación de traducir textos técnicos? ¿Cuáles han sido las principales dificultades con las que te has encontrado?
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