¡Ha llegado el momento!
Nuestra cita durante la pausa para el café. Compartimos contigo la primera de nuestras microhistorias. En realidad, son dos relatos entrelazados, escritos con letras de oro: el de Ruth, atleta, campeona olímpica de salto en Río 2016 y la de Antonio, Director de una gran empresa fabricante de maquinaria industrial, a punto de dar el salto a nuevos mercados.
—¿Sabes lo que se diría Ruth después de fallar el último salto, mientras miraba el turno de las tres atletas que la igualaban?: «No renuncies todavía: tu salto aún puede ser de oro, de plata o de bronce».— La voz de Antonio resonaba en la cafetería; Christian le escuchaba con la flema propia de su carácter. Se tomaban un respiro, tras revisar la traducción al alemán del contrato con su nuevo socio—.
—Si se hubiera dado por vencida tras las olimpiadas de Londres, nunca habría sabido lo cerca que estaba de subir al podio. Habría frustrado su sueño y malogrado veintiséis años de esfuerzo— Christian sabía de lo que hablaba—.
«Sí, es un triunfo a la tenacidad. Ha sabido afrontar –sonriente— las amenazas del cansancio y de la desventaja de edad; volver, con más fuerza, tras una retirada; asumir el riesgo de probar un nuevo método de carrera; escuchar a quienes confiaban en su potencial y desoír a los que dejaron de hacerlo; ser inconformista cuando ya había alcanzado otros triunfos… » —La voz de un Antonio también sonriente, sacó a Christian de estos pensamientos—:
—¿Sabes? Nuestra empresa ya está lista para dar el salto a Hannover. Nos hemos preparado como Ruth, como los buenos atletas. Presiento que estamos cerca del triunfo.
Christian podía dar fe de lo que había costado ese «entrenamiento»: varios años de constante y prudente trabajo. Y estaba satisfecho de haber podido colaborar en ello. Le contestó, muy convencido:
—Sí, también subiréis al podio.
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