Dentro del género de microrrelatos del blog, hemos escogido una de esas historias breves que son las fábulas, que muestran alguna enseñanza o aprendizaje útil, y la hemos enfocado hacia la actitud y valores de un buen empresario.
Te preguntarás qué tiene que ver este tema en una plataforma de traducción.
A priori, nada, pero sí que tiene que ver con nosotros, con la filosofía que nos impulsa día a día para llevar adelante Hello Translator.
También nosotros tenemos estas inquietudes y nos gusta compartirlas contigo, que también luchas por tu empresa. Esperamos que este nuevo género alegre tus ajetreadas mañanas y te anime a seguir al pie del cañón.
Haz memoria de la fábula de la liebre y de la tortuga. Discutían sobre quién era más rápida y, para constatarlo, se retaron con una carrera.
La liebre arrancó a correr a toda velocidad y, tras un tiempo de rápida carrera, decidió sentarse a descansar. Necesitaba recuperar fuerzas antes de continuar su marcha. Podía permitírselo, pues llevaba mucha ventaja a la tortuga. Se tumbó bajo un árbol y… ¡se durmió!
La tortuga, con su paso lento e inalterable, pasó junto a la dormida liebre y siguió avanzando, hasta alcanzar la meta. Se quedó allí, esperando a la liebre. Recordaba, satisfecha, una frase célebre de Napoleón Hill, el escritor estadounidense que asesoró a muchos presidentes:
«Si no puedes hacer grandes cosas, haz cosas pequeñas de una forma grande».
Sabía que sólo con tenacidad podía alcanzar sus objetivos, aunque tardara tiempo en conseguirlo. Ella era lenta y pequeña, pero sus objetivos eran siempre grandes.
Llegó la liebre, corriendo apresuradamente, y comprobó que había perdido, a pesar de ser una carrera en la que llevaba ventaja. Reflexionó sobre la causa de su fracaso: la presunción sobre su rapidez, le había llevado a relajar su esfuerzo y a incumplir su objetivo. Aprendería de Brian Tracy, el autor de Goals!:
«Si lo que estás haciendo no te acerca a tus metas, lo que haces te está alejando de ellas».
«El reto para el futuro sigue siendo la rapidez»: se dijo, parafraseando a Andy Grove, uno de los fundadores de Intel. Retó a la tortuga a una nueva carrera y, esta vez, la venció.
Pero la tortuga, a la que nadie ganaba en perseverancia, decidió desafiar de nuevo a la liebre. Pensó un plan estratégico, con el que poder derrotar a un adversario que superaba con creces su velocidad. Se apoyaría su ventaja sobre la liebre: de las dos, solo ella sabía nadar. Para ello, necesitaba cambiar el entorno de la competición, escogiendo una ruta que atravesara un río.
La liebre aceptó el cambio, sin preocuparse de analizar la ruta. No tenía aún el hábito de reflexionar. No se daba cuenta de que eso suponía un nuevo fracaso.
«Detrás de cada logro grande o pequeño existió un plan. Si deseas que las cosas sucedan, cuanto más pronto aprendas a planear, más pronto sucederán»
decía la empresaria Mary Kay Ash.
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